La Isla de Marajó, situada en la desembocadura del río Amazonas, en el estado brasileño de Pará, cuenta con una historia que se remonta a miles de años. Habitadas desde tiempos precolombinos, sus tierras fueron cuna de la sofisticada civilización marajoara, reconocida por su cerámica finamente elaborada y sus aldeas complejas. Esta cultura floreció entre los años 400 y 1300 d.C. Con la llegada de los colonizadores portugueses en el siglo XVII, Marajó se convirtió en un punto estratégico para el control de la Amazonía y un importante centro ganadero, gracias a sus extensas llanuras inundables. La mezcla de pueblos indígenas, europeos y africanos dio lugar a una identidad cultural única. Hoy en día, la isla conserva tradiciones indígenas y un estilo de vida rural, enfrentando los desafíos de la modernidad y la conservación, siendo considerada una joya natural y cultural de Brasil.
Marajó es el mayor archipiélago fluviomarino del mundo, un ecosistema único donde conviven la biodiversidad amazónica y tradiciones culturales milenarias. Su relevancia ambiental, histórica y social la convierte en un destino clave para el turismo sostenible, atrayendo a quienes buscan experiencias auténticas y regeneradoras.
La mayoría de las atracciones naturales y culturales de la isla son de acceso gratuito o requieren tarifas simbólicas gestionadas por las comunidades locales o proyectos de turismo comunitario. Haciendas como São Jerônimo tienen entradas asequibles, generalmente con guía y degustaciones incluidas. Los paseos en barco o visitas a reservas pueden costar entre R$ 50 y R$ 150, según el itinerario y la duración. Conviene informarse con antelación para asegurar disponibilidad y apoyar las iniciativas locales.
El turismo en Marajó es más auténtico y menos desarrollado que en destinos urbanos. Lleva dinero en efectivo, ya que muchos lugares no aceptan tarjetas. Protector solar, ropa ligera, calzado para caminatas y repelente son imprescindibles. La isla tiene su propio ritmo: abraza la tranquilidad y la sencillez local. El respeto por la naturaleza y las tradiciones ribereñas es clave para una experiencia enriquecedora y sostenible. Evita consumir productos animales o vegetales sin procedencia clara.
La mejor época para visitar va de julio a diciembre, durante la estación seca, con sol y ríos bajos, ideal para disfrutar de playas y rutas. De enero a junio, las lluvias intensas inundan partes de la isla, ofreciendo una experiencia singular de las "mareas amazónicas". Para quienes buscan aventura y vivencias diferentes, la temporada de lluvias también tiene su encanto. Fiestas tradicionales como el Çairé y otras actividades culturales se celebran durante todo el año, enriqueciendo la visita.
Los viajeros procedentes de Europa deben volar hasta Belém, capital de Pará, haciendo escala en São Paulo o Río de Janeiro. Desde Belém, hay dos formas principales de llegar a la Isla de Marajó: por vía fluvial, con transbordadores y lanchas rápidas que parten a diario del muelle hacia Soure o Salvaterra (2 a 3 horas de trayecto), o por vía aérea, mediante vuelos chárter o avionetas (menos frecuentes y más caros). El viaje en barco es la forma más auténtica y panorámica de comenzar la aventura en Marajó.
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